En una tienda grande, una señora que llevaba una gran bolsa de comestibles fuera de la tienda fue ayudada a llevarlos a su automóvil por un adolescente, que casualmente llevaba un arete. Su comentario inicial “Era un chico tan amable para una persona que llevaba un pendiente.” Fue seguido por la comprensión de que hay más en las personas de lo que visten o cómo se adornan. Respeto significa tener otra mirada, y cuando haces eso, ves más sobre las personas y las iglesias de lo que podrías pensar al principio.
Mi mirada crece también al recordar a personas de diversas Iglesias cuyas vidas ponen de relieve aspectos centrales del Evangelio: figuras como Dietrich Bonhoeffer, mártir y teólogo de la Iglesia luterana; Gordon Wilson, de la Iglesia de Irlanda, cuyo ejemplo de perdón conmovió al mundo. Valorar a las personas de cada iglesia y su forma de vida exige respeto por cada iglesia.
Luego, está la cuestión del respeto individual. Muy a menudo nos sorprendemos de la bondad de las personas que rechazamos por lo que parecen ser. Rápidamente aplicamos etiquetas a los demás y, como resultado, la gente sufre. Incluso los cristianos pueden usar etiquetas unos a otros. Durante muchos años me he dado cuenta de que personas de diferentes creencias han vivido vidas etiquetadas. El respeto por los demás puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.
Pienso en este tema de la unidad, porque durante este mes de enero celebramos la Semana de la Unidad de la Iglesia, pero debo reconocer que me pierdo en tantas otras "cosas" que olvido lo importante que debería ser esta semana, porque ahora más que nunca, con el Sínodo ya imprimiendo documentos, deberíamos retomar respetuosamente el tema del respeto a los que "no son como nosotros".
La desunión de los cristianos ha causado mucho dolor en las parroquias, en las comunidades y en las familias, por lo que nuestro deseo de unidad debe ser una oración urgente con enormes repercusiones.
Respetar a los que son diferentes puede parecer amenazante. Si respetamos las creencias de los demás, puede parecer que perdemos algo que valoramos nosotros mismos, o tal vez, podemos ser sacados de falsas seguridades. Si creemos que tenemos algo que aprender de cada persona, entonces nuestra actitud de respeto crecerá.
Respetar a los demás no nos quitará lo que es esencial para nuestro cristianismo: nuestro seguimiento de Jesús, nuestra oración, nuestra forma de vida, nuestra búsqueda de la verdad y nuestra preocupación por los pobres.
Nuestro regalo a Dios en este primer mes del Año Nuevo es poner nuestro granito de arena para la reconciliación con los demás. Esto es lo que prometemos cuando oramos: Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Espero que podamos decidirnos a aportar nuestro granito de arena, sabiendo que el respeto es la base de toda reconciliación institucional y personal.
Que Dios te bendiga. En María Auxiliadora, P. Franco